Barcelona, 10 de febrero de l.993
Me parece pertinente que agradezca la amable invitación del Col.legi. Otras institituciones similares podrían tener una parecida sensibilidad con el ánimo de establecer, por lo menos, unas vías más anchas de comunicación entre el sindicalismo confederal y el mundo de los conocimientos. También debo decir que me parece excelente el tema que se ha propuesto para nuestra conversación debido a su importancia y, desde luego, a su actualidad.
Antes de entrar en materia desearía aclarar que cuando se habla del mercado de trabajo no nos estamos refiriendo a un conjunto uniforme, sino a algo extremadamente magmático en unos casos, y en otros a un archipiélago incomunicado. De manera que sería más correcto hablar de los mercados de trabajo. En todo caso para no enervar excesivamente la conversación utilizaré la expresión más corriente y al uso --el mercado de trabajo-- dejando claro que me parece bastante inadecuada.
1.-- El mercado de trabajo está conociendo una espectacular redimensión. Esta mutación profunda se explica al menos por varias razones: a) por los procesos de innovación tecnológica y su relación directa o indirecta sobre los actuales sistemas de organización del trabajo; b) por las decisiones político-administrativas; c) porque significativos estratos de la ciudadanía se sitúan con relación al trabajo de una manera distinta a épocas anteriores. Esta reflexión se dirige, esencialmente, a la desestructuración y desagregación del mercado de trabajo, que está provocada por las decisiones político-administrativas. Si tengo tiempo abordaré las otras cuestiones que también me parecen de gran interés.
La verdad es que en agosto de 1.984 se produjo en España toda una cascada de decisiones que supuso una profunda reestructuración del contrato de trabajo. A partir de aquel momento el mercado de trabajo entra en una nueva fase cuyas consecuencias, a mi modo de ver las cosas, han sido harto negativas. No hace falta que recuerde que el sindicalismo confederal no fue consultado; más todavía, se pusieron en marcha contra la opinión del sindicalismo. La razón que los gobernantes expusieron fue la siguiente: el mercado de trabajo español es excesivamente rígido, impide la creación de empleos y es una causa poderosa de la falta de competitividad de la empresa y del país. Hubo, en aquel lejano agosto, voces responsables que pronosticaron en parte lo que ha sucedido; y hubo más de un aparente guasón que relacionó aquel vendaval de medidas con la posibilidad de que, de esa manera, pudiera cumplirse (pues ya parecía imposible) la promesa electoral del PSOE de la creación de los 800.000 puestos de trabajo.
Las medidas de agosto del 84 generaron nuevas contradicciones y profundos desajustes así en la empresa como en la economía general, de un lado; pero también, de otro lado, contribuyeron a un deslizamiento del welfare state --ciertamente muy peculiar en nuestro país-- a algo así como un welfare empresarial, no menos peculiar, por cierto. Después retomaré esta reflexión que ya inicié, precisamente en otra charla en este Col.legi el día l5 de enero de l.986.
Lo que sí sabemos, sin embargo, es que el paisaje que generó aquella cascada ha desembocado en la siguiente realidad: en España existen unos niveles de precarización que llegan al 38 por ciento del conjunto asalariado, y en algunas empresas llega o supera el cincuenta por ciento. Recuerdo que en la Comunidad europea estos índices están situados en el 9 por ciento. El desfase es lo suficientemente significativo, y si se recuerda es tan sólo con la intencionalidad de no caer en discursos ideologizados. Después de ocho años los datos que tenemos son los siguientes: más de tres millones de personas en contratos, que nacieron en aquel agosto; un mercado de trabajo no tan "rígido" como antes; y sigue sin resolverse el problema de la des-competitividad de la empresa y de la economía de nuestro país. De aquí saco una primera conclusión: las razones profundas de la des-competitividad española (y catalana) han quedado ocultas. Es más, al ponerse en marcha las medidas de agosto de l.984 los problemas se han agudizado. Nuestros saberes empíricos nos hicieron ver en aquella ocasión que las cosas se agravarían, como así ha sucedido. Y, la verdad, no podía ser de otra manera, ya que aquella reforma de las modalidades de contratación estaba muy ligada a las expectativas de crecimiento que se presuponían para aquel periodo. En otras palabras, la reforma tuvo un carácter reduccionista al despreciar que, con el tiempo, podría entrarse en una fase de menor crecimiento de la producción y de la renta nacionales.
Las consecuencias de este elevado volumen de precarización las hemos ido viendo a lo largo de estos ocho años: a) ineficiencia de la empresa; b) los elevados índices de siniestralidad laboral, que son los mayores de la Comunidad europea.
Yo parto de algo que me dice el sentido común: no es igual el nivel de pericia del eventual o precario que la del trabajador fijo. El primero tiene una relación de lejanía con la máquina, aunque algunos de sus comportamientos en ocasiones le lleve a una actitud de total subalternidad a la empresa porque tiene que "hacer méritos" para seguir renovando el contrato de trabajo. El trabajador eventual precisamente porque es de quita-y-pon no está relacionado con la formación y no adquiere conocimientos más estables. Hago notar una importante toma de posición a este respecto en el documento conjunto de la Conc-Ugt-Foment sobre la cuestión industrial (1).
No hace falta decir que estamos ante un documento de una importancia estratégica considerable. Así lo han considerado todos los interlocutores. Es un papel que representa una ciera discontinuidad en las propuestas así de los sindicatos como de la organización empresarial Foment del Treball. Ciertamente, nadie ha renunciado a sus posiciones. Pero, tanto unos como otros han invadido --por así decirlo-- terrenos que, tradicionalmente, parecían que estaban reservados a la alteridad. Esta "invasión" ha consistido en que, por ejemplo, el sindicalismo confederal catalán también pone el acento en reivindicaciones que parecía que eran patrimonio del empresariado, que incomprensiblemente nunca habían sido expuestas por el movimiento sindical. Y, sensu contrario, la redacción conjunta del punto 2.6. de dicho documento representa una ejemplaridad conceptual del empresariado catalán que le coloca en la vanguardia del rigor intelectual en
relación a sus homónimos españoles. El sindicalismo, de todas formas, deberá tener una cierta paciencia si Foment no pone verbalmente y de cara a su galería especial acento en esa formulación. En cualquier caso Foment nada tiene que ver, a tenor de lo explicitado en ese redactado, con los antifonarios de la mayor flexibilización administrativa del mercado de trabajo en clave politicista.
Catalunya tiene --desde hace unos ocho años-- unos índices de siniestralidad laboral muy preocupantes. Casi el 17 por ciento de su conjunto asalariado "están de baja" por accidentes, y unas cifras similares se producen de accidentabilidad "sin baja", pero que tienen repercusiones sicológicas y de interrupciones aparentemente cortas del trabajo en la empresa. Está demostrado que la persona más vulnerable para los infortunios de cualquier tipo es el trabajador precario. Los datos están por ahí. El eventual es el más vulnerable porque tiene menos pericia, pero también porque --en no pocas ocasiones-- su "stajanovismo" está ligado o bien a "hacer méritos" (como decía antes), o a ganar más dinero porque no sabe dónde estará mañana.
El informe Cechini nos situó en los costes de la no-Europa. Pues bien, no podría también alguien estudiar los costes de la la des-competitividad española (y catalana) debidos al océano de la precarización? no se podrían establecer los costes de la des-competitividad, que producen los elevados niveles de accidentabilidad? Otros convencionalismos estadísticos existen, y no veo la razón de que no pueda establecerse lo que se plantea. Es cuestión, tal vez, de utilizar un serio banco de datos y de trasversal izar las oportunas referencias. Pero si planteo estas cuestiones es porque considero relevante que los empresarios establezcan la relación entre una y otra cuestión. Mientras no se perciba lo anterior seguiremos con los problemas actuales.
Pero resulta que es muy difícil que los empresarios, hoy por hoy, vean esa relación. La razón me parece que es la siguiente: los empresarios trasfieren el gasto de la no-salud laboral y de la siniestralidad al Estado. Esta trasferencia o externalización impide relacionar, por ejemplo, la precarización difusa con la siniestralidad versus los bajos niveles de competitividad de la empresa y de la economía general. Mientras el empresario "envíe la factura" al Estado --tal como se está haciendo ahora-- las cosas seguirán de igual manera. Y aquí conviene retener una de las grandes paradojas actuales: el empresario, que no corrige las organizaciones del trabajo particulares de su casa (que en buena medida son causantes de los estragos de la siniestralidad) "envía la factura" al Estado. Estamos hablando de unos efectos más devastantes que lo que se califica como pérdidas por huelgas en un año. Esta pérdida se ha cuantificado para el año l991 --según datos del Anuario Estadístico del Ministerio de Trabajo, y sólo para Catalunya-- de 25.422.368 horas de baja por accidente de trabajo, más de un millón de horas en enfermedades profesionales y las cerca de ciento veinte mil interrupciones de trabajo (me excuso por este tipo de lenguaje) que representan otros tantos accidentes de trabajo llamados leves.
Otra conclusión, por lo tanto, de lo dicho hasta ahora es que las causas de la des-competitividad española (y catalana) están en otra parte.
Quisiera, no obstante, hacer un inciso y retomar las repercusiones que algunas cosas anteriores tienen en el welfare state. La última vez que hablé en este Col.legi les mostré mi preocupación por el nuevo fenómeno de desmantelamiento del Estado social en nuestro país, siempre tan peculiar. Les dije que íbamos en la dirección de un welfare residual. La inmensa factura que los empresarios han trasferido al Estado, teniendo ellos en no pocas ocasiones todas las responsabilidades de la siniestralidad laboral y de la ruina de tantas empresas, ha ido debilitando los recursos que necesariamente tenían que haber sido dirigidos en otra dirección. Y hay algo más: esta permanente trasferencia de unos --convertida en hemorragia para otros-- ha impedido la racionalización de la empresa en nuestro país. Sobre estas cuestiones debería reflexionarse --aunque sea por primera vez-- con el ánimo de abrir pistas de cara al futuro, también como un elemento de llamar al orden a determinados dirigentes empresariales que tienen la cultura de la culpabilización de todo lo existente a las organizaciones empresariales.
2.-- Me parece necesario que abordemos algunos de los problemas esenciales. Lo cierto es que nuestro país tiene un considerable déficit tecnológico. Los cuadros 1a y 1b (2) nos muestran a las claras el profundo diferencial de España con los países del entorno; nos hablan del desfase desde hace doce años y de cómo se consolida dicha distancia. Pero hay algo más, todo indica que la robotización en España está situada en poquísimas empresas (siempre en relación con el resto de países de nuestra vecindad europea), y que --por lo tanto-- existe una mayor zona que en ningún otro sitio (de nuestros alrededores, se entiende) vacua de innovación tecnológica.
Está de más recordar el no menos estúpido diferencial entre el I más D que se destina en nuestro país y el de los alrededores europeos? Ciertamente, tiene razón Mariano Aragón cuando afirma que se percibe en los empresarios españoles ""el impulso de una filosofía de "invertir" más en comprar que en crear"" (Lluita Obrera. núm. 111 Gener-febrer l.993).
No es acaso una constatación que existe un profundo abismo entre la formación --de asalariados, de mánagers y de empresarios españoles (y catalanes)-- en relación a sus colegas europeos?
Estamos seguros que los sistemas organizacionales españoles --
que poco están teniendo que ver ya con los de nuestros
alrededores europeos-- no son también en parte responsables de la descompetitividad de la empresa de aquí? Y hablando de formación y de sistemas organizaciones del trabajo tiene algo que ver la relación empresa-Universidad de nuestros pagos con la que existe en el Patio de Vecinos de la Comunidad Europea? Yo creo que tendríamos que explorar, sobre todo, también por estos problemas.
Yo creo que hay que mirar por estas claves y despreciar las derivas neopopulistas que se están haciendo en relación al mercado de trabajo. Hay que razonar a fondo sobre los temas de la competitividad y la necesaria lucha por captar los mercados internacionales donde están apareciendo nuevas formas de competencia estratégica. Ya somos muchos los que sabemos que en los sectores industriales de mayor futuro los factores de la competitividad tradiciones (los costes y los precios) han perdido importancia relativa en favor de la diferenciación del producto, la segmentación de los mercados, el diseño para grandes clientes, los servicios posventa, el contenido tecnológico de los productos o la comercialización. Estos --y no otros-- son los grandes problemas. Responsabilizar al mercado de su rigidez y sacar de ello las conclusiones para proceder a su exponencial des-regulación parece lejos de toda seriedad económica. Parece, no obstante, lógico que algún político poco letrado vaya por ahí, pero los empresarios saben perfectamente dónde está la madre del cordero.
3.-- Hasta ahora estoy reflexionando acerca de la campaña publicista-ideológica que motivó la puesta en marcha de aquella cascada de decretos de agosto de l.984, cuyos efectos no sólo no han invertido la tendencia hacia una mayor competitividad de la empresa española sino que han conducido a su contrario.
Soy partidario de una profunda reforma del mercado de trabajo. Y lo argumento por las siguientes razones: a) se ha producido una notable mutación tecnológica, que no ha hecho más que empezar, y que --en buena medida-- está acompañada por nuevos sistemas de organización del trabajo; b) la persona se sitúa ante el trabajo de una manera diferente a cómo se relacionaba hace años; c) también para evitar la situación de déficit de tutela que amplios colectivos tienen en ese océano del mercado de trabajo.
De aquí puedo inferir, de momento, lo siguiente: las reformas del mercado de trabajo deben guardar relación con el trabajo realmente existente y con el que se va prefigurando; con los nuevos códigos de comportamiento de las personas también realmente existentes en relación al trabajo; y tales reformas deben conllevar inexcusablemente la aparición de nuevos derechos --y, especialmente, los que se refieren a los instrumentos del conocimiento y los saberes-- y una nueva tutela y capacidad contractual del sindicalismo de aquellos amplios segmentos de asalariados que estarán en unos u otros círculos concéntricos de los diversos subsegmentos del mercado de trabajo. Esto ya podría significar un avance considerable. Sin embargo, como también se precisa la mayor eficiencia y eficacia de la empresa habría que hacer contemporáneamente una propuesta que condujera a romper los mecanismos de freno que existen, y que impiden una mayor competitividad de la empresa.
La reforma que preconizo supone además la confección consensuada de qué tipologías de contrato de trabajo se entienden como precarias, y cuáles no lo son; qué categorías de eventualidad son aceptables en base a las nuevas conductas de comportamiento de la gente en relación al trabajo, y cuáles no serían deseables. Esto debe ser así para no encerrarnos en la confusión conceptual de que todo lo que no es fijo es, por definición, precario. Decir lo contrario es una consigna afónica.
Me interesa afirmar lo siguiente: no deshecho que la reforma del mercado de trabajo tengan concreciones legislativas. En cualquier caso la reforma más racional vendrá dada por la capacidad contractual, siempre y cuando la negociación colectiva tenga los
niveles más altos de des-centralización. Digo esto porque la estúpida tendencia a centralizar los procesos contractuales conlleva formulaciones genéricas en materias de organización del
trabajo y, por ende, a acuerdos que no tienen concreción real en los centros de trabajo. En no pocas ocasiones me ha llamado la atención el afán de notoriedad política en detrimento de la racionalidad y de la eficacia. Da la impresión que se elige la técnica del acuerdo cupular con la intencionalidad de "aparecer en la foto". Son acuerdos que yo calificaría de politizantes,
y --como tales-- absolutamente inapropiados e irrdentes para el mundo contemporáneo basado, al menos en relación a lo que estamos hablando, en la descentralización de los procesos productivos. Esta ha sido una posición, digamos clásica, de la Conc. Resulta gratificante leer cosas parecidas en el discurso del profesor Julio Segura de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en sustitución del fallecido profesor don Gonzalo Arnáiz.
Sin embargo, ahora caigo en la cuenta de la verdadera intencionalidad de nuestras contrapartes. Saben que las políticas contractuales centralizadoras no tienen mucha utilidad para los centros de trabajo, y sin embargo insisten en ellas. Mi explicación es la siguiente: así la contraparte sigue "gobernando" los procesos en el centro de trabajo sin tener ningún tipo de controles, sin reglas de juego establecidas con los trabajadores y el sindicato. Esto es, con una inexistente capacidad contractual.
Se ha dicho anteriormente que la reforma del mercado de trabajo debe tener muy en cuenta las nuevas pautas de conducta de la gente. La concepción del trabajo está en crisis. Hoy la gente no se sitúa frente al trabajo de la misma forma que antaño. Vale la pena constatar que esto no es una invención de los sociólogos, sino que es una constatación de la realidad. Otra cosa, bien diferente, es que --dados los elevados volúmenes de desempleo-- la gente tenga que trabajar como sea, y donde sea. Pero es el caso que no pocos jóvenes ven el trabajo clásico como un tránsito fugaz hacia otra actividad libremente elegida; que no pocas mujeres se sitúan en el trabajo clásico en una clave totalmente diversa; que también existe una reflexión sobre la relación entre tiempo de trabajo y tiempo de no-trabajo, que nada tiene que ver con la de siempre.
Por eso soy de la opinión de que la reforma del mercado de trabajo debe contemplar (y tutelar) estas diversidades. Pero --en sintonía con lo dicho anteriormente-- la naturaleza legislativa debe dar el suficiente pié para que las modalidades de eventualidad libremente escogida sean consecuencia de la capacidad de negociación entre las partes.
También hemos hablado de que la reforma del mercado de trabajo, que debería hacerse con el mayor nivel de sintonía con los cambios en el Estatuto de los Trabajadores, debe contemplar nuevos derechos de ciudadanía en el interior de los centros de trabajo, y la necesaria capacidad contractual, bien de los comités de empresa, bien del sindicato en la empresa (3). Son convenientes estas reformas precisamente para que la fase de la innovación tecnológica que se inicia se vea correspondida con los derechos individuales y colectivos propios de este periodo. Hn dicho en diferentes ocasiones (4) que nos encontramos en un profundo desfase entre innovación tecnológica-organización del trabajo-comportamientos de la gente, y los derechos. La explicación es la siguiente: mientras la innovación tecnológica y los sistemas organizacionales son nuevos, los derechos son antiguos, propios de la anterior etapa fordista-taylorista. Este es uno de los grandes problemas del mundo contemporáneo del centro de trabajo innovado, y de la tendencia del mundo del trabajo que cambia. Para ilustrar con un ejemplo plástico esta disfunción entre innovación tecnológica (moderna) y derechos (antiguos) podría valer el ejemplo andorrano. El Principat d'Andorra --todo el mundo lo sabe-- tiene un comercio moderno, un neón moderno (es una forma de hablar), pero la ciudadanía "disfruta" unos derechos todavía medievales!, que son los Usatges del más rancio abolengo feudal. (Bien, parece que dentro de unos días nuestros amigos andorranos aprobarán una Constitución más acorde con el mundo de hoy). Este ejemplo, que puede ser curioso --pero apropiado, desde luego-- viene a ilustrar la dislocación entre la modernización del centro de trabajo y el arcaísmo del tipo de derechos que tienen los trabajadores.
4.-- Sin embargo, intuyo que las cosas no van en la dirección de una reforma del mercado de trabajo que tenga mucho que ver con los nuevos procesos tecnológicos, con las actuales organizaciones del trabajo y con los nuevos códigos de comportamiento de las gentes. Tengo la impresión que se está proponiendo, por parte del Gobierno, una reforma del mercado de trabajo de tipo administrativo. Es decir, sin ninguna relación con el triángulo de la innovación-organización del trabajo-nuevas pautas de comportamientos y los derechos individuales y colectivos. Más aún, una reforma administrativa que dejaría intactos todos los mecanismos que obliteran la eficacia y eficiencia de la empresa: formación de los trabajadores y de los mánagers, las inversiones en investigación y desarrollo, sistemas organizacionales coherentes, racionales y humanos... O, en otras palabras, siguiendo al profesor Segura ""la competitividad es una variable compleja que depende de muchos factores que tienen que ver no sólo con costes y precios, sino con comportamientos estratégicos de las empresas, y ventajas de coordinación y configuración de las organizaciones"" Segura añade a continuación que ""las políticas de mejora de la competitividad que sólo se fijan en los costes y precios son insuficientes y, además, cabe suponer que generarán sesgos de eficiencia que, dependiendo de la intensidad con que se apliquen, pueden convertirlas en inútiles, si no perjudiciales"" (4)
En relación a lo anteriormente dicho habrá que recordar que los productos españoles que se exportan no son precisamente los más baratos, y sí, no obstante. los que reúnen las "condiciones" que expone Julio Segura?
Recientemente hemos podido leer un artículo, tan interesante como pleno de clarificación, de Francisco Wendt en la revista de este Col.legi d'Economistas (5). Wendt nos dice que ""competitivitat no es solament abaratir costos, és trobar el millor equilibri possible preu-qualitat. En el fons, el gran repte del mercat està en la qualitat. Qualitat no es sinónim de valor alt, sinò que ès la millor adequació possible a les necessitats del mercat; qualitat no es sólament la major eficiéncia possible dels nostres processos , sinó també la millor gestió possible dels nostres negocis. Aquesta és precisament la feblesa més important de les nostres empreses"". (5)
Cuando hablo de reforma administrativa me estoy refiriendo --entre otras cuestiones-- a la obsesión por la eliminación de lo
que se consideran las trabas que, dicen, están en el artículo 51 del Estatuto de los Trabajadores. Efectivamente, estamos ante un instrumento aparentemente garantista, que también ha sido contestado, aunque en otra dirección, por resoluciones de algunos organismos comunitarios. Digo en otra dirección porque la CE --en su momento -- criticó con cierto acíbar la minúscula capacidad de intervención y control por parte de los sujetos sociales en relación explícita con dicho artículo 51. del ET.
En definitiva, corremos --una vez más-- el peligro de introducirnos en una reforma del mercado de trabajo de tipo administrativo, y, por lo tanto, absolutamente ineficaz. Ciertamente, se necesita una importante y profunda reforma como se ha dicho más arriba, pero ésta debe estar ligada al trabajo realmente existente y, especialmente, al futuro del trabajo.
Y en ese orden de cosas la necesaria reforma deberá tener en cuanta algo que --aunque obvio-- parece olvidarse: el mercado de trabajo no es una abstracción, es algo que se refiere a personas de carne y hueso. Vivimos unos tiempos donde percibo que la economía está escindida de las personas; donde parece que el nuevo fetiche es la magnitud, el ratio o el porcentaje escindidos de las personas. Si la reforma que se necesita tiene todo que ver con las gentes es posible que se avance. En caso contrario estaremos ante una operación burocrática, y --por ende-- condenada al ulterior fracaso.
5.-- Una última consideración tal vez un tanto alejada de lo que estamos comentando. Quiero mostrar mi preocupación por por una serie de mensajes que se están lanzando desde diversos ángulos en torno a la cuestión industrial, que --a mi juicio-- nos están jugando una mala pasada. Algunos están confundiendo la justa visión de que se está entrando en una nueva fase tecnológica por una conmiseración por la industria. De tanto afirmar que se entra en una fase post-industrial está apareciendo una nueva moda que nos habla del mundo de los servicios como el gran fetiche. Esto puede provocar que se mire a la industria con una cierta conmiseración o como una especie de leprosería. Quizá convenga un poco de orgullo a lo Agnelli quien, se dice, exclamó un día un tanto enfáticamente: ""Io sono un meccánico"".
Las concepciones a-industrialistas pueden llevarnos, a la larga, a considerar la política industrial con un carácter defensivo y proteccionista, y considerar que la prioridad estáen los servicios. El profesor Segura nos enseña que ""esta es una posición en lo esencial errónea; y, además, muy peligrosa para países y áreas económicas con un grado medio-alto de industrialización, como es el caso español"". (6) No parece que esta afirmación necesite mucha argumentación entre otras cosas porque parece que no es posible una terciarización tecnológicamente avanzada sin una fuerte base industrial.
Estas y otras cuestiones se abordan, por primera vez de manera sistemática, en el documento conjunto del sindicalismo confederal catalán con el Foment del Treball. Es un documento que pretende orientar la negociación de política industrial en Catalunya donde también está como partner la Generalitat de Catalunya, que nos ha prometido poner encima de la mesa un documento igualmente serio. Pero --como diría Kipling-- esto ya es otra historia.
NOTAS.--
(1) """Desde l.984 --tanto en Catalunya como en España-- se ha experimentado un aumento muy espectacular en la contratación laboral de duración determinada, mientras que se ha ido reduciendo la parte de los trabajadores con estabilidad contractual. Se ha ido formando, de esta manera, un modelo empresarial --económico y social-- caracterizado por profundas asimetrías en las relaciones laborales, que revierte en una reducción de la profesionalidad, en menores perspectivas de aprendizaje y reciclaje, y en incertidumbre en cuanto a expectativas profesionales de los trabajadores; se trata de consecuencias diversas que en su conjunto favorecen la desmotivación, tanto entre las personas como entre las organizaciones, con graves repercusiones, por tanto, en la competitividad industrial""""" (Cap a un nou model industrial. CC.OO.
(2) José Félix Tezanos reproduce una investigación de la International Federation of robotics en un artículo, que publica la revista "El socialismo del futuro".
Evolución de la proporción de robots por población activa.
(número de robots por cada 10.000 ocupados)
Pais l.983 l.984 l.985 l.986 l.987 l.988 l.989 l.990
España 0,4 0.5 0.6 0.8 1.0 1.2 1.4 1.7
Francia 0.9 1.3 1.9 2.5 2.5 2.6 3.6 3.9
Bélgica 1.4 2.2 2.7 2.9 3.l 3.4 3.8 4.3
Italia 0.7 1.2 1.9 2.4 3.l 3.9 4.7 5.8
Alemania 1.8 2.5 3.3 4.6 5.5 6.5 8.1 10.2
Me he permitido --JLLB-- introducir el siguiente cuadro para poder estudiar mejor los diferenciales con los países arriba descritos.
l.983 1.990
España 100 425
Francia 225 975
Bélgica 350 1.075
Italia l75 l.445
Alemania 450 2.550 (Elaboración propia)
(3)
Conc. Noviembre de l.987.
(4) Julio Segura: "La industria española y la competitividad".
Discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas.
(5) Francisco Wendt: ""L'empresa espanyola devant el mercat únic"" en "Revista Económica de Catalunya" núms. l9 y 20.
(6) Julio Segura: "Política industrial: algunos problemas actuales". Jornadas de política industrial. Club de empresarios.
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