La ley de Libertad Sindical
JOSÉ LUIS LÓPEZ BULLA 09/01/1984 (El País)
El Consejo de Ministros ha aprobado, recientemente, una serie de medidas legislativas muy importantes para enviar a las Cortes. Entre ellas destaca la Ley Orgánica de Libertad Sindical. Esta ley ha sido el fruto de una serie de negociaciones entre el Gobierno y los sindicatos, hecha la salvedad de Comisiones Obreras que ha mostrado su desacuerdo con los contenidos de dicha ley. Al entender del autor, el sindicalismo no sólo no necesita ninguna ley de libertad sindical (reconocida está la libertad sindical en la Constitución), sino que el establecimiento de una normativa en ese sentido es una intromisión en la vida de los sindicatos.
Sorprende -por lo demás- que sólo se norme la vida de las organizaciones sindicales y no -la de los empresarios. Se quiera o no se quiera, el fondo del problema expresa una enorme, como injustificada, desconfianza por parte del Gobierno a los sindicatos. Porque si ello no fuera así, ¿por qué una ley sindical?.Conviene recordar que ningún país cercano a nosotros, cultural y geográficamente, tiene ley sindical alguna. Más aún, todos recordamos la oposición de las Trade Unions, en 1972, a la ley sindical que mister Heath quiso hacer aprobar al Parlamento inglés y la posterior movilización laboral que provocó la caída del premier británico. Históricamente está demostrado que es la derecha quien está interesada en normar jurídicamente la vida sindical. Esta es una de las obsesiones de la señora Tatcher, por ejemplo. En otro orden de cosas jamás la componente socialista de la CGIL o los sindicalistas (mayoritariamente socialistas) de la UIL han reivindicado una ley sindical para Italia. A tenor de estos datos la cultura sindical del PSOE es un tanto insólita. Es normal que aparezca el interrogante del por qué de esta ley. Pero si insólito es que el PSOE exprese la necesidad de regular la vida de los sindicatos más raro es que la UGT exija que se ponga en funcionamiento ese corsé legal.
Un sindicalismo débil
No es aventurado hablar de un hilo conductor entre las necesidades del Gobierno PSOE y las de la propia UGT. De un lado parece que el Gobierno necesite un colchón para poner en marcha su política industrial y económica en general; que el Gobierno necesite tal colchón es normal y lógico. Pero no es ni normal, ni coherente que un sindicato se preste a ello y no preserve en la práctica su independencia de criterio y actuación. Vayamos por partes: es un dato que el sindicalismo español es débil en influencia de masas, que arrastra dificultades mil en los centros de trabajo, que tiene enormes problemas de autofinanciación.
La solución burocrática de una parte del sindicalismo, la UGT, es que esas dificultades no se remonten por la vía de la relación con1os trabajadores, sino mediante el decretazo. Que la acción sindical no avanza en la empresa, pues por ley que se reconozcan las secciones sindicales en detrimento de los comités; que el sindicato tiene problemas, pues que se establezca el canon de convenio; que hay confusión (desde luego alguien la manipula) en los resultados electorales sindicales, pues compútese solamente un tiempo de tres meses...
Modelo sindical
Estamos en un momento en que un sindicato en vez de corregir el punto de mira, en vez de establecer otro tipo de práctica recurre el asistencialismo de la Administración para resolver sus problemas. ¿Quiere decirse que estoy en contra del fortalecimiento orgánico de los sindicatos?. De ninguna manera, lo que digo es que ese fortalecimiento o es obra del mismo sindicalismo, o será algo ficticio, pasajero y, a la postre, inútil. En este país hay demasiada beneficencia asistencial: es curioso que las empresas públicas paguen la cuota a la CEOE y, según se dice, esta organización cuenta con el 30% de sus cuotas vía empresas públicas.
¿Qué práctica, qué modelo es el que los trabajadores españoles nos hemos dado en el terreno sindical?. Arrancar desde los centros de trabajo, aglutinando al conjunto de los asalariados, representados unitariamente en los comités de empresa. Por esta vía el conjunto de los asalariados se pone globalmente en movimiento y en la acción no se discrimina la participación de afiliados y no afiliados a sindicato alguno, porque la unidad de la clase es lo primordial. No es, por lo tanto, un conflicto entre secciones sindicales y comités de empresa, que yo rechazo de plano. Los comités molestan. Yo comprendo que puedan molestar a los empresarios, pero no entiendo que incordien a determinado sindicato. Y como, sin duda, molestan se establece un mandato sindical a los delegados de cuatro años. La paradoja es evidente, porque se quiere que se vayan agotando por consunción, por desgaste. No es un buen procedimiento el hecho de que se compute la cuantía de delegados en un período solamente válido de tres meses, como dice la Ley orgánica de libertad sindical. El objetivo que se pretende es que la convocatoria electoral signifique una confrontación de carácter político y no de carácter social, que es lo que debe presidir las relaciones entre los sindicatos.
No hay duda de que lo que se pretende con esta ley (hecha a imagen y semejanza de modelos foráneos) es burocratizar las prácticas sindicales de este país, introduciendo experiencias que nada tienen que ver con la práctica real de los trabajadores españoles. El tema del canon es una buena prueba de ello. El canon de convenio es algo así como un impuesto sindical por el mero hecho de negociar los contratos colectivos. Se trataría de que los no afiliados paguen un tanto por el hecho de que el sindicato les negocia determinados incrementos salariales. Para cubrir las espaldas de una posible inconstitucionalidad se legisla tal canon con carácter voluntario. Que paguen los que quieran. Pero, ¿cómo se hace eso?. Se entiende, dicen, que los que nada digan es que están de acuerdo. Curiosa manera de interpretar las cosas. Lo lógico es que los que quieran que se les descuenten los dineros que lo expresen así.
Con toda seguridad se quiere germanizar la vida sindical española. Lo lógico es que se diga abiertamente; que se explique con naturalidad a los trabajadores. Y si estos así lo acuerdan no habrá más remedio que aceptarlo. Pero las cosas van por otro sendero. La verdad es que los trabajadores españoles están orgullosos de sus tradiciones, de sus prácticas, del modelo sindical que, día a día, van conformando. Por eso el decretazo es el camino que adoptan los que quieren ir por otra senda. Mal camino el elegido. Y mal camino es el elegido porque, incluso, con las medidas del decretazo, de la ley orgánica de libertad sindical, no se fortalecerá la UGT si ella se introduce en la pendiente de los planes de reestructuración y desintegración del mercado de trabajo, porque no habrá gente a quien sindicar.
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